La devoción del Padre Pío a la Virgen María era muy grande y siempre recomendaba a todos rezar el Santo Rosario todos los días. La Virgen siempre ocupó el primer lugar en el corazón del Padre Pío. El amor del Padre Pío por la Virgen María era como el de un hijo enamorado de su madre, pues no podía vivir sin ella.
La devoción Mariana del Padre Pío
Este amor, nacido en Pietrelcina, iluminó el camino místico del Padre Pío. La Virgen le siguió como Madre tranquilizadora en su infancia y como aliada en la lucha contra las fuerzas del mal en sus horas más oscuras. El camino Mariano del Padre Pío comenzó el día de su bautismo en la iglesia de Santa Ana. De niño, el pequeño Francesco acudía a la iglesia matriz de Pietrelcina, donde se veneraba a la Virgen de Libera, y durante toda su vida la Virgen iluminó su alma con verdadera dulzura.
El mes de mayo del Padre Pío
El Padre Pío llamó al mes de mayo: “el mes de la bella madre“. El 1 de mayo de 1912, escribió a su padre espiritual: “¡Oh, el hermoso mes de mayo! La más bella del año. Sí, padre mío, este mes nos recuerda muy bien la dulzura y la belleza de María. Al pensar en los muchos beneficios que me ha dado esta querida madre, me avergüenzo de mí mismo por no haberla amado y servido lo suficiente. Lo que más me apena es haberle devuelto sus afectuosos cuidados de forma tan ingrata”. El Padre Pío nunca se cansó de venerar a la Virgen María. El 6 de mayo de 1913 escribió al Padre Agostino, su director espiritual: “Esta tiernísima Madre, en su gran misericordia, sabiduría y bondad, quiso derramar tantas y tantas gracias en mi corazón”.
El Padre Pío era un “Rosario Viviente”.
Su amor por la Santísima Virgen se expresaba especialmente en el rezo del Santo Rosario, que siempre llevaba en la mano o en el brazo; sus cohermanos llamaban al Padre Pío el “Rosario Viviente“. La Virgen María es la luz que guía al Padre Pío en su vida de devoción a la Iglesia y de entrega a los hombres; María es la Santa Madre que conduce a Cristo, su hijo, y la luz eclesial que continúa en la Iglesia; María nos enseña a sufrir, a ser humildes, a entregarnos a los demás, a aceptar la voluntad del Señor. Una vez le oyeron decir: “Ojalá los días tuvieran 48 horas para doblar los rosarios“. Todos los dones y maravillas para las almas se obtuvieron a través del Santo Rosario. En su habitación tenía una gran imagen de la Virgen colgada en la pared a los pies de su cama, y mirándola dormía como un niño que espera el beso de su madre antes de dormir. Un día sus hijos espirituales le preguntaron qué les iba a dejar como legado espiritual y el Padre Pío contestó inmediatamente, sin siquiera pensarlo: “El Rosario“.